Beba (59) supo ser una dama de clase acomodada. Fue dueña de su propia
casa de cosméticos, pero hoy se ve forzada a trabajar como vendedora
puerta a puerta de productos de belleza. Sus gruesos aros de oro y su
mucama, Dora, son los últimos bastiones de un estatus que no se resigna a
perder.